lunes, 4 de agosto de 2008

Contra viento y marea

Viento en contra; lluvia; pendientes interminables y mucha sal pegando contra el cuerpo son una pesadilla para cualquier atleta, mucho más en el caso del ultramaratonista argentino Wilfrido Franco, quien este sábado sumó un total de 450 kilómetros corridos en siete días consecutivos. De esta forma, ahora le restan unos mil más para completar el trayecto de Tucumán a Buenos Aires a pura zancada como una forma de reinvindicar los derechos de los pueblos originarios, entre ellos, los indios Kilme que fueron obligados a realizar ese trayecto engrillados en los pies y en condiciones de esclavitud.

 

En la etapa más corta de esta gesta con la que une deporte; historia y fe religiosa, el fondista de 42 años trotó bajo condiciones climáticas adversas pero que no le impidieron cumplir su séptima jornada según lo inicialmente previsto. "Ayer viernes había sido el día más dificil de todos y pensé que nada podría ser peor, lamentablemente me equivoqué porque todo el trayecto fue cuesta arriba con un desnivel más pronunciando que nunca y un viento en contra como jamás me había tocado, encima en los últimos doce kilómetros, después de haber corrido treinta, comenzó a llover y me empapé debido a que no tengo ropa impermeable", detalló Wilfrido Franco en su comunicación diaria con eldepornauta.com desde su notebook.

 

Partió del mojón 867 cuando el reloj indicaba que faltaban cinco minutos para las ocho de la mañana, antes de llegar a la localidad cordobesa de Quilino hizo veinticinco kilómetros en subida. Al medioda hizo una parada estratégica de cincuenta minutos para recibir masajes; hidratarse e ingerir carbohidratos. A la una se levantó y comenzó a correr sin cesar hasta las tres y media cuando divisó el mojón 826, ahí su equipo de apoyo decretó el stop salvador. "En un principio quería seguir a todo o nada pero hubiese arriesgado mi salud, no tenía sentido, incluso podía lesionarme ya que el asfalto estaba resbaloso, mi hijo Eías me escoltaba con la mota y también se empapó, le entró agua en la mochila en la que llevaba las barritas de cereales y demás alimentos", explicó este chofer de la línea 148 al que el atletismo le ayudó a superar el asma hasta terminar el maratón de Buenos Aires de 1986 en 2 horas y 45 minutos.

 

Con sus quince minutos de fama en los medios de comunicación tras haber rescatado a una mujer que había sido baleada en un asalto, aseguró que no quiere protagonismo. "Sólo sueño con dos cosas, que el jueves 14 de agosto haya muchos corredores esperándome cuando ingrese a la Capital Federal por el Acceso Norte hasta la Plaza de Mayo para culminar en Quilmes y que la gente tome conciencia de los derechos de los primeros habitantes de la Argentinas como los wichis; tobas y kilmes", se despidió cuando su esposa Wilma le anunció que la cena estaba servida. ¿el manjar? un plato de fideos con aceite; queso; levadura y glutamina, suerte de menú oficial de esta gesta con la que superará los 450 kilómetros que corrió de Mar del Plata a Buenos Aires.
 

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