Por: Yailin Orta Rivera / Correo: digital@jrebelde.cip.cu
Fotos: Roberto Suárez
Artículo del diario Juventud Rebelde de Cuba, del día 15 de enero de 2008.
Un intrépido y avezado corredor hizo la travesía de casi 300 kilómetros para rendirle homenaje al Guerrillero Heroico
En solo seis días, Nelson García Morejón corrió cerca de 300 kilómetros. Este maratonista visitó nuestra redacción en los estertores del último mes de 2007. Días antes, por teléfono, nos había adelantado su proeza.
«Soy un poco tímido», se adelantó en decirnos quien hizo esta carrera «en un abrazo con la historia». Sin embargo, la conversación no fue difícil, fluyó desde la emoción concentrada para descubrir cada detalle de su carrera, hasta la sacudida electrizante de vicisitudes y pormenores que vivió en su increíble recorrido.
No importó que lo tomaran por loco. Se hizo una gorra de papier maché con Cuba por insignia, ideó un asombroso carrito para cargar las provisiones y marchó hasta la casa natal de Camilo Cienfuegos. De allí partió el 21 de noviembre a su encuentro con el Che en el mausoleo en Santa Clara.
Son los sueños todavía
Es obvio el por qué tomó como punto de partida la casa que vio nacer al Señor de la Vanguardia. Múltiples anécdotas dan cuenta de la amistad de Camilo y Che, y de cómo se anudaron en la lucha.
Pero, ¿por qué avivar el recuerdo entrañable haciendo una carrera?
«Esta idea primero se me ocurrió como un proyecto colectivo. Le hice la propuesta —de hacer una especie de carrera donde se fusionaran el maratón y el ajedrez—, a los veteranos que compiten en Marabana.
«Consistía en que cada uno de los corredores representáramos una de las piezas de ese juego. Hasta había concebido reglas y metas para efectuar la marcha.
«El principal objetivo era vincular la figura del Che con el deporte. Todos conocemos de su especial predilección por el ajedrez, que lo llevó hasta ser el máximo inspirador de la celebración en nuestro país de un torneo que rindiera homenaje al campeón mundial José Raúl Capablanca.
«Lamentablemente el proyecto no llegó a concretarse. Pero no descarté ese sueño y empecé el entrenamiento», afirma.
De imaginerías y asombros
No menos pasmoso resultó admirar el aditamento con el que el intrépido corredor hizo todo su trayecto. Ahí llevaba su casa de campaña, los alimentos y los útiles del aseo.
—Hablamos de casi 300 kilómetros de terreno angosto, de cuestas y pendientes, ya vencer eso es suficiente reto, ¿cómo pudiste además sobreponerte a esa distancia con semejante peso?
—Dependió de mucho entrenamiento y voluntad. Los ejercicios los incrementé de forma dosificada. Los hacía en el circuito del Bosque de La Habana, y como sabía que iba a arrastrar ese carrito, cargaba discos de pesas. Unos días antes participé en Marabana y en esos 42 kilómetros probé la resistencia del artilugio.
«Yo no soy un competidor, sino un corredor, y en tal sentido me preparo. Llevo más de 11 años participando en carreras populares. Correr es parte inseparable de mi vida.
«La preparación con vistas a cumplir este proyecto la empecé desde principios de año, fueron aproximadamente nueve meses de incesante ejercicio. A partir del 18 de octubre fue que me propuse armar este carretoncito».
—¿Tuviste algún tipo de referente para su diseño, o es fruto de tu ingenio?
—Alguna vez leí que el deportista Félix «El Andarín» Carvajal hizo también una carrera portando un aditamento con ruedas. Pero no tenía testimonio gráfico del mismo, así que hice mis propios aportes a la inventiva popular.
«Cogí un bastón como pieza angular, dos ruedas de bicicleta, le amarré una cesta y par de cartucheras para los pomos de agua. También una especie de bolsa para guardar la casa de campaña, le puse unas cuerdas de una mochila inservible y las conecté con otras que llevaba en mi cintura.
«Tuve que ponerle determinadas medidas a los componentes, para que no chocaran conmigo, además de garantizar que fueran resistentes. Cuando lo terminé lo bauticé con el nombre de Andajal, en honor a El Andarín».
El desconcierto aumenta cuando muestra el mural que pintó durante la carrera. Imagino que lo hizo durante los intervalos de descanso, pero no. Nelson, que también es un hombre dado a las artes plásticas, pinta mientras corre.
Lo hace desde que participa en las carreras populares. Pintar en movimiento forma parte también de su preparación. Sobre una base que sujeta desde su cintura y los hombros, pone los gráficos que esbozó previamente para darle color, aunque esta vez no pudo terminar el mural, en el que asoman las figuras del Che y Camilo, surgiendo desde una llama en la que se mezclan Martí y el Quijote.
«Mi objetivo era dejarlo en la Plaza Ernesto Guevara de recuerdo. Pero por la Carretera Central es muy difícil correr y dibujar. Es una vía estrecha y tenía que ser responsable, y no provocar un accidente», argumenta.
«Lo difícil no resulta tanto el dibujar sino mantener la capacidad de resistencia, porque si empieza la fatiga no puedes coordinar bien los trazos», asegura.
Comenzó la expedición
Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando llegó el osado corredor a la casa museo Camilo Cienfuegos. No hubo coordinaciones previas. La espontaneidad y la voluntad de rendirle tributo al Guerrillero animó tal aventura.
Los compañeros del museo acogieron con agrado la iniciativa, y su carta de constancia de la partida le abrió a Nelson nuevas puertas.
Así, tras horas de andar comenzó a quedar atrás la inmensa Bahía. El mapa comprendía llegar hasta Guanabo, después Santa Cruz del Norte y Matanzas, para luego continuar la ruta por la Carretera Central hasta el complejo monumentario.
El primer punto de descanso fue la estación de policía de Santa Cruz del Norte. Recuerda el corredor que los compañeros estaban en ese momento inmersos en el ejercicio Moncada.
«Llegué de noche. Cerca de la sede del Gobierno municipal descansé. Al segundo día salí para Matanzas y nuevamente me acerqué a la estación de policía y al Gobierno municipal. Allí me recomendaron que llegara hasta la emisora de radio provincial», comenta.
«En Radio 26 conté con el apoyo del comentarista deportivo Francisco Soriano y de Leo García. Una vez que conversamos, ellos se encargaron de llamar por teléfono a las instancias del Gobierno y del Partido de otros municipios del territorio por los que transitaría».
De esta forma el maratonista aligeró el paso, ya que en muchas ocasiones recorría más de diez kilómetros dentro de los municipios para documentarse sobre los lugares, pedir referencias y explicar los objetivos de su viaje.
Era la primera vez que Nelson hacía un viaje por la Carretera Central. Anteriormente había visitado otras provincias pero solo a través de la Autopista Nacional.
«Cuando llegué al municipio de Limonar, la tierra de Sotomayor, Osleydis Menéndez y Lázaro Junco, en la PNR me hicieron una carta como prueba de mi estadía», comenta.
«Luego en Jovellanos tuve la ayuda desinteresada de Mery, no recuerdo ahora su apellido. Ella es corresponsal de Radio 26 en ese terruño y me indicó dónde podía descansar y alimentarme.
«La próxima escala fue en Los Arabos, luego siguió Santo Domingo y de ahí como colofón el Mausoleo. Ya en la Plaza me estaban esperando, pero llegué casi cuando tenían que cerrar. Pese al infortunio de mi tardanza los compañeros me atendieron muy bien», asegura.
«Fue electrizante estar en el lugar donde se encuentran los restos del Guerrillero y los de sus compañeros de lucha. Te sientes inmóvil ante su gloria, y aunque has hecho esa enorme carrera sientes que aún es poco, porque el Che es la medida de la grandeza».
Contratiempos en la vía
«Es grande la lista de contratiempos. Imagina que saliendo de Manacas me quedé dormido sentado en la carretera, cuando me desperté continué la marcha, pero no me di cuenta de que estaba corriendo en sentido inverso, regresaba al mismo pueblo», rememora.
«Cuando llegué a un lugar que se llama Mordaz había un apagón en ese momento y, por la oscuridad, no encontraba los puntos de referencia. La suerte fue un grupo de muchachos que hasta me acompañó a la salida».
«También cuando estaba llegando al conjunto escultórico, desesperado por arribar, se me partió el enganche de una de las cuerdas del carrito, tuve entonces que hacer un invento para sujetarlo y continuar», cuenta Nelson.
—Dicen que las travesías sirven para mejorarse uno mismo, ¿experimentaste algo semejante?
—Creo que soy ahora más sensible y agradecido. Si no llega a ser por el apoyo de todas esas personas, hubiera sido imposible cumplir mi meta.
«Uno tiene la percepción de que conoce todas las cosas, pero cuando hace un recorrido metro a metro, puede ver y admirar en profundidad cada detalle, la secuencia completa de cómo varían las costumbres. La gente es más sencilla y noble. También creo que más feliz y conforme con la vida».