Domingo, 10:45 de la mañana, decido caminar por la orilla del arroyo Solís Chico, la mañana estuvo fresca, pero a esta hora el sol comienza a calentar, me refresco con agua mineral sin gas y dejo sobre la acera la botella con su contenido por la mitad.
Sigo caminando, mientras sobre mi derecha contemplo las tranquilas aguas del cauce de agua acercándose al mar, veo sobre mi izquierda como se alejan muchos atletas que normalmente, hace un tiempo, llegarían a la meta unos minutos detrás mío.
Comprendo que mi ritmo de vida de las últimas semanas no puede ir de la mano con el ritmo que quisiera mantener corriendo.
Comprendo que mi ritmo de vida de las últimas semanas no puede ir de la mano con el ritmo que quisiera mantener corriendo.
Luego de un par de minutos comienzo a trotar nuevamente, podría haber sido peor, no me pasó Gorzy ni JX. Retomo la carrera a un ritmo controlado, entiéndase por esto que voy al ritmo que puedo ir, y no más que eso.
Pienso que estoy madurando y que ya no me importa ganarle al reloj, solo corro para disfrutar.
Lo pienso, aunque se que lo hago porque no encuentro la manera de bajar mis tiempos y últimamente el que siempre gana es él, el reloj, y los cien tipos que me pasan “como parado”
La semana anterior corrí 21K y se que el resto del mes no tengo fin de semana sin que haya una carrera, ¿falta mucho para que termine mayo?
El comienzo de Junio tampoco es fácil, la segunda carrera Salomon por la Sierra de las Ánimas es un desafío interesante, pero sin un descanso adecuado tal vez lo haga en cuatro o cinco horas.
No recuerdo cuando fue el último domingo que dormí hasta tarde, y aún tengo bien frescos los madrugones para ir a correr en San José o en Flores.
Quiero dormir pero mis trabajos extras, incluido el escribir estas crónicas, me insumen bastante más tiempo que las míseras 10 horas de jornada laboral.
Quiero dormir pero mis trabajos extras, incluido el escribir estas crónicas, me insumen bastante más tiempo que las míseras 10 horas de jornada laboral.
Hoy recibí un mail de un conocido traficante ofreciéndome Geles traídos de Buenos Aires para mejorar el rendimiento. Voy a probarlos en las carreras largas que tenga este año, aún bajo el riesgo de que tengan algún efecto adictivo que me obligue a tener que usarlos cada vez más seguido.
Ya me veo comenzando a vender mis pertenencias, las cosas de mi casa, las de mi familia luego, y las de los vecinos por último, para solventar el costo de los Power Gel.
Ya me imagino robando contadores de OSE, o cables de UTE o visitando locales de Red Pagos con un marrón en la mano, para poder tener recursos que me permitan comprar los milagrosos geles.
Mi abogado le va a explicar al Juez que yo siempre mantuve una vida sana, que últimamente hasta había logrado dejar de escribir en los chat de internet y que ni siquiera me quejaba cuando los resultados de una etapa demoraban más de 24 horas.
Tal vez tenga suerte y quien me juzgue comprenda que yo solo pretendo practicar un deporte saludable para el cuerpo y la mente, aunque esto último se note cada vez menos.
Tal vez tenga suerte y quien me juzgue comprenda que yo solo pretendo practicar un deporte saludable para el cuerpo y la mente, aunque esto último se note cada vez menos.
(Gracias a Diego, conocido consumidor……de geles, quién me inspiro para esta crónica)
Cesar Tubino.
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