viernes, 24 de julio de 2009

Crónica de Viernes por César Tubino "Siempre es más fácil hacerlo de la forma más difícil"

Todos recordamos nuestros debuts, todos nuestros debuts. Desde la primera vez que corrimos 10K, la primera ½, el primer maratón, hasta esa primera vez en la que pensaste al empezar a leer.

Yo debuté el domingo en mi primera aventura combinada, correr por el asfalto sigue gustando, pero como todo perturbado adicto a las endorfinas, hay que buscar nuevas experiencias.
Como todo debut que genera nervios esta no era la excepción, luego de comprar la bicicleta me di cuenta que estaba en el horno, ya no tenía marcha atrás, mis compañeros de equipo ya estaban haciendo planes para incluirme en la próxima aventura, yo puse mil excusas, desde que no me había subido a una bici en los últimos tres meses hasta que no tenía rubros para la inscripción, pero mis compañeros igual siguieron dándome para adelante y se ofrecieron a pagar mi inscripción.
Se acercaba la competencia, y el equipo definía las parejas, yo que era debutante iría con alguien de experiencia, eso genero más temor aún, el experiente compañero me iba a llevar de arrastre y como un corredor semientrenado, veía mi fin cada vez más próximo.
Pensé, pensé, y se me ocurrió plantear de correr con una chica, lo pinte como que sería buena experiencia correr en una pareja mixta, donde yo un resistente atleta, me debería amoldar a alguien con menos velocidad. La verdad era que lo veía como la única manera de no morir por seguir los pasos de un corredor experiente, y logre convencerlos.
Estaba todo pronto, las bicis cargadas, los bolsos y todo el equipamiento en la valija del auto, ya era domingo de mañana y yo seguía sintiendo que las piernas me temblaban. El viaje comenzó, antes de llegar a la Interbalnearia, paramos en una estación a cargar combustible, el chofer me dio la llave y me dijo: “voy al baño, ponele lo que quieras”, mis ojos brillaron, era mi oportunidad, cargué $500 de Gas Oil en el Corsa 1.6 a inyección nafta.
Partimos, y misteriosamente, el coche se apago a los pocos kilómetros, nadie entendía el motivo, ayude a revisar, pero mis conocimientos en mecánica son nulos, una verdadera pena.
Los minutos pasaban y entre llamadas a la arrendadora del auto y a otros compañeros, me iba tranquilizando, se hacía difícil llegar en hora a la largada.
A veces no entiendo esa tonta solidaridad entre corredores, a quien se le ocurre volver 20km hacia atrás para auxiliar a un compañero que ni siquiera es de su equipo, como puede ser que un padre abandone a su esposa e hijos en el medio de la ruta porque en su auto solo entran las bicicletas, los bolsos y los que corren. Los demás deberían esperar que cambiaran el auto “averiado” por otro.
Y el viaje continuó en otro auto, entre llamadas al organizador pidiéndole unos minutos para esperarnos y restando 20 km para llegar a la largada, me empecé a poner nervioso otra vez, no por estar tan cercano mi debut, sino que no entendía como podía ser que este auto pudiera seguir andando sin aceite. Recordaba claramente que mientras mis amigos pasaban las bicicletas de un auto a otro yo había aflojado totalmente el tapón del aceite.
Por fin mi segunda jugada salía bien y yo respiraba tranquilo nuevamente, pero no era mi día de suerte, el viejo Opel decidió morir justo frente a donde había estacionada una camioneta, mis compañeros no dudaron en ir a preguntar, pero antes tenía que actuar rápido, propuse empujar el auto para sacarlo de la ruta y mientras lo otros lo hacían yo le tuve que pagar $300 al dueño de la camioneta para que se negara llevarnos. Suspire nuevamente, ya no pueden tener ganas de seguir.
Sigo pensando, y no puedo entender que empuja a esta gente a ponerse un objetivo y seguir sin importar los contratiempos.
Mientras me avisaban por teléfono que la carrera ya estaba largando, observaba con asombro como se empezaban a armar las bicicletas, se colgaban las mochilas y se colocaban los cascos, no tuve más remedio que hacer lo mismo, y en 5 minutos dejábamos un auto abandonado en medio de la ruta Interbalnearia con un montón de ropa y bolsos adentro, nada en comparación a la gente que habíamos dejado 50 km antes. Ya no importaba nada.
Pedaleamos una hora, hicimos 18km en bicicleta y llegamos a la meta. No, no era la meta, solo era la largada y yo ya estaba cansado, tenía esperanza que los organizadores no nos dejaran largar, pero seguía sin suerte, nos estaban esperando para darnos las indicaciones de cómo enganchar la carrera.
Recién empezaba mi debut y yo sentía que llevaba 2 o 3 horas de carrera, y calculaba 5 más para completar el recorrido. Tenía que pensar algo más.
En un momento que nadie me miraba tire el inflador en una cuneta, a esa altura íbamos solos con mi compañera, la otra pareja de locos que largo junto a nosotros se había adelantado. “Maritza, creó que pinché y vos no tenés inflador ¿verdad?”
Me regocijaba por dentro, en un rato volveríamos a descansar y a esperar que la carrera terminará, pero yo seguía sin suerte, ya no entiendo nada, ¿que carajo hace la pareja de Raí y Rocker esperándonos? ¿Qué se dieron cuenta que pinchamos? ¿Qué nos prestan su inflador? Nooooooooooooooooooooo!
En un acto de desesperación juego mi última carta, mientras Rai cambia la cámara de mi rueda tomo el inflador y lo rompo contra el suelo, “qué raro, el inflador no anda”, “que mala suerte tenemos”, “ta, ta, no se preocupen ustedes sigan”.
Mientras caminamos con Maritza por un camino de balastro y hablamos de la mala suerte que tenemos, del destino y esas cosas, veo acercarse un auto. Es Tabarez, nos trae un inflador que pidió prestado, Rai le aviso y nos vino a auxiliar, no, no se puede es anti reglamentario, aunque me niego, la rueda se infla.
Estoy resignado, hoy será mi debut.
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Voy pedaleando, van más de 6 horas desde que nos subimos a la bici, solo queda la última curva, miró hacia atrás, Maritza, mi gran compañera de aventura, viene a pocos metros, mientras la espero, repaso lo que fueron las últimas 8 horas, el viaje, los nervios, la disposición de todos, desde los que se quedaron a un costado de la ruta para que nosotros pudiéramos seguir, hasta los organizadores que nos dejaron arrancar una carrera con una hora de atraso.
Repaso la carrera, la búsqueda de los PC, nuestros errores de novatos, el compartir nuestras provisiones, las veces que nos reímos, las que puteamos por haber equivocado el camino y el aliento permanente de uno a otro.
La última curva, se ven las banderas, se ve el arco aún inflado, casi todos ya se fueron, y ahí están nuestros amigos para aplaudir sin importar si somos últimos o penúltimos.
Un debut más que especial, un recuerdo imborrable, una muestra que el gran premio que uno recibe día a día es la gente con la que comparte esta locura.
César Tubino.

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