viernes, 30 de enero de 2009

Relatos: Maraton de Punta del Este por Pablo Lapaz.

 Si bien está es una crónica que está un poco atrasada en el tiempo, creo que tanta demora tiene una explicación lógica y es que me ha costado meses de terapia superar esta dura experiencia………..ja , ja.
¿Cómo definir está experiencia?.
Serían varias las frases que vienen a mi mente: "no encuentro palabras", "una locura", "un espectador en el medio de una carrera" "¿porqué no me quedé en casa?"," pensé que era fácil pero no ", "sobredosis de bananas", "destacarme por figurar segundo en la tabla", claro si empiezo de atrás para adelante, " luchando con el universo", "caminando al lado de un auto por tres horas", "para que vine hasta acá", "solo a mí se me puede ocurrir esto""hasta aquí llegué"," Pinocho el maratonista", "mi orgullo por el piso", "el llanero solitario" "cuando solo quedo yo", "crónica de un loco", "hígado de fierro" . En fin, luego de leer mi crónica pónganle el nombre que más les guste porque a mi me cuesta mucho definirla.
A mediados del 2008 hice mi primera media Maratón (Maratón de Montevideo) con un tiempo de 1 hora 52 minutos y como no había terminado muy cansado me animé en setiembre a hacer mi primera MARATÓN (Punta del Este) que es de lo que se trata esta crónica. Un día, vi una foto de un tal Jorge Xavier en la cartelera del Gimnasio Sayago, quien según decía en la foto había realizado una Maratón (creo que era en Rosario), así que pensé ilusamente: "si él puede yo también, además yo vengo de hacer una media Maratón". Parecía que todo lo podía, comencé a entrenar "duro", algo así como treinta kilómetros por semana, durante unas tres semanas. Como mi cuerpo no estaba preparado para tanto entrenamiento me esguincé en la planta del pie izquierdo a falta de diez días para la Maratón , por lo que tuve que guardar reposo y no pude entrenar nada en esos días previos.
Así que en esas condiciones arrancamos con Claudia (mi señora) el sábado previo a la competencia a Punta del Este. Cuando llegamos nos esperaban con una cena para agasajarnos; cuando entramos al salón estaba todo muy bien decorado, con mozos y mecheros con pastas de diferentes formas y colores aunque sabían todas iguales. Aquello ya me estaba haciendo levantar viento en la camiseta, tanto mimo me hacía sentir como integrante de alguna selección en el marco de alguna olimpíada.
Luego de la cena, el viento de la camiseta se me empezó a escapar por algún agujero cuando tuvimos que salir a buscar algún lugar barato donde pasar la noche. Todo servía, sólo debía tener una puerta y una cama así que pasamos la noche en un hotel barato de Maldonado. Nos acostamos a la 1.00 am, yo había puesto mi despertador a las 6, pero como ya sabrán me desperté a las 300 am nervioso como si fuera un niño la noche previa a reyes. Me daba vueltas en la cama preguntándome "¿qué hago acostado?, no tiene sentido si igual no puedo dormir, mejor me levanto y voy haciendo algo", no había mucho para hacer dado que la habitación era de 3X3 y afuera todo Maldonado dormía. Así que a las 4 estaba levantado pronto para salir a correr, aunque faltaban como 5 horas para largar. A eso de las 6 am el cuarto ya me estaba resultando chico, así que decidí despertar a mi compañera, aunque creo que ya se había despertado a las 4 am con el ruido de mis aprontes y se hacía la dormida para poder tener una noche más o menos normal ¡pobre Claudia!. Así que a las 6 nos levantamos y salimos para el Campus de Maldonado, y ¿adivinen qué? ……cuando llegamos no había nadie afuera, éramos los únicos, a la hora llegó un camión con personal de la organización, y como no había mucho para hacer tomamos mate juntos en el auto dado que estaba todo cerrado y afuera garugaba. Ahí le comenté a Claudia: "¿estábamos mejor en la pieza del Hotelucho no?" ella me miró sin emitir sonido alguno con esa cara mezcla de sueño inexpresión y desconcierto, como diciendo…¿me estás tomando el pelo no?
Más tarde empezaron a caer los demás competidores, ahora sí todo estaba listo, previo a largar me tomé un diclofenac , pues el esguince me molestaba un poco, tal vez de manera real en un 10 % y en un 120 % de manera psicológica. Los cosquilleos en el estómago empezaban a jugar su partido y yo me sentía como aquella primera vez cuando……….......(libre a la imaginación de cada uno).
POR FIN se largo la carrerita bajo un a garuga finita que nos avisaba que no estábamos solos en el mundo con nuestra imponente humanidad, también había una naturaleza que no sabía de hombres, ni costos de inscripción, ni kilómetros a recorrer, ni nada. Así que arrancamos raudos con pie firme por las calles de Maldonado. En los días previos había elaborado un plan de trabajo para poder terminar la Maratón, el cual consistía en hacer los primeros 30 kilómetros a un ritmo de una hora para cada tramo de 10 kilómetros. Yo pensaba que si me faltaban fuerzas para llegar, a partir del 30 bastaba con caminar y podría completar la Maratón, pues el tiempo máximo que me daban era de seis horas. ¿ Adivinen qué?...para variar nada salió según ese elaboradísimo y complejo plan. Al pasar por Maldonado y ver a la gente aplaudiendo, empecé a sentirme de hierro y completé mis primeros 10 km en 48 minutos que es el tiempo que ponía normalmente en una carrera de 10km, así que como verán no pude con mi condición y dejé de lado mi plan. A los 13 km, cuando ya había pasado más de una hora que corría bajo una llovizna fina, me di cuenta que mi calza estaba mojada ("un poco tarde no?"), pues sentía un conflicto entre mis músculos calientes y esa lluvia fría que golpeaba mis piernas y quedaba alojada en mi calza. Mientras corría comencé a sentir voces a mi espalda y me pregunté: "y estos….¿ de dónde salieron?" venían charlando alrededor de un corredor que llevaba una mochila con una bandera que decía 3:45', todo eso era nuevo para mí, pensé: "¿y esto qué es?,….. debe ser alguno que viene para controlar algo…..¿pero esa bandera para qué?". Sin dudas ese corredor por algún motivo era importante, pero ¿cuál sería su función?
En eso me crucé con mi compañero Jorge Xavier, pasando el puente de la Barra quien me pasó en el km 18 o 19. Me preguntó como venía y le dije que mal, pues me empezaba a doler el esguince, ahí me mandé el segundo diclofenac . Seguí trotando mal trecho y otra vez las voces a mi espalda, y otro muchacho con mochila y bandera, solo que ahora la bandera decía 4 horas, entonces una luz se prendió en mi sinapsis, miré mi reloj y pensé "ah claro si sigo a estos voy a llegar en cuatro horas", ahí tomé fuerzas y les seguí el paso por 300 metros, como no podía dije "bueno que sigan solos igual hago mi carrera, no vengo a competir con nadie". Como verán hay tiempo hasta para mentirse a uno mismo. Más adelante siento otras voces, ya sinceramente me empezaban a molestar un poco y a esa bandera de 4:15' ya le empezaba a mirar con bronca, parecía que había tomado vida y me hablaba diciéndome algo así como: "dale no ves que vas muy lento" y yo pensaba "que sigan no más no los voy a seguir" (entre nosotros creo que es claro que igual no podía). Al rato otra banderita que decía 4:30', pensé: " estos me están tomando el pelo" si me querían hacer sentir mal la verdad lo estaban logrando.
Allá por el km 24 a la altura de los DEDOS me esperaba Claudia, llegué ahí con 2 horas 20 minutos aproximadamente, rengueando del pie izquierdo. Fue ahí donde me cambié los championes, pues según le comenté a ella eran los causantes de mi dolor (les confieso que con esos seguí corriendo y actualmente son los que uso), pero bue ya saben como funciona eso de las excusas en nuestra psiquis, siempre tiene que haber algo afuera nuestro y no en nuestra limitada humanidad, menos mal porque sino no haríamos las locuras que hacemos. Cambié de calzado pero a esos los sentía peor, igual seguí trotando hasta el km25 o 26 llegando al puerto de Punta del Este, recién ahí me hidraté bien y comí una banana, pues en todo eso tiempo solo había tomado un buche de agua en el Km 21. A la altura de la mansa, Km 27 aprox. comencé con calambres en mi pierna izquierda, allí tomé mi tercer diclofenac de 100mg y dos bananas más con un Gatorade, pero como tenía sed me tomé medio litro de agua. Yo sabía que lo aconsejable era no tomar más de un diclofenac de 100 por día, pero mi miedo era tan grande por no llegar, que fui transformando mi estómago en un depósito de potasio y calmantes. A todo esto mi pobre compañera Claudia iba a mi lado en el auto, con el vidrio bajo alcanzándome bananas, ticholos y liquido al punto que por el kilómetro 30 aprox se me acabaron las reservas. Mis piernas seguían acalambradas y yo me empezaba a poner cada vez más nervioso. Por mi mente ya ni siquiera pasaba esa frase conocida que nos pasa a todos por la cabeza "¿qué hago acá?" sino que la frase era: "no tengo que estar acá".
Allá por el 30 había un camión del ejército con unos 6 o 7 soldados que estaban cooperando con la organización, seguramente me vieron muy mal que me preguntaron: "¿precisa algo?" y yo dije: si, ¿tienen alguna banana? Uno me respondió:" espere que ya le traigo" y me dio tres bananas más, las cuales obviamente me las comí y seguí caminando y trotando muy, muy, muy despacio. Allí Claudia que seguía a mi lado en el auto me preguntó: ¿cuántas bananas comiste? a lo cual respondí: "con estas tres ya van doce", y le dije: "también me debo haber comido unos quince ticholos, pero los calambres no se me van". Ya se lo que estarán pensando, que es una locura, que estaría desesperado , y sí tienen razón, pero bueno mi objetivo era llegar. Por supuesto seguí tomando líquidos varios, ya a esa altura me había tomado más de dos litros entre agua y Gatorade.
Allá por el km 32 los calambres me estaban matando y prácticamente caminaba y por mi cabeza ya empezaba a trabajarme la idea de abandonar, me pasaba gente que iba también caminando, pero todos me dejaban atrás pues iban más rápido que yo. Me sentí muy bien cuando un veterano que iba caminando me dijo: "vamos juntos que a este ritmo caminando llegamos antes de las seis horas y no quedamos afuera", seguí con él unos metros pero cuando el desgraciado comenzó a trotar a la velocidad más lenta que uno puede trotar (siete u ocho minutos por kilómetro) me dejó atrás como si fuera arriba de un avión. En el 34 mis piernas se me endurecieron por completo y ahí me quedé parado sin poder dar un paso, me senté en la vereda y un hombre que paseaba a un perro se detuvo y me ayudó a estirar por unos 10 o 15 minutos. Continué caminando con un estilo que lo definiría como PINOCHO, puesto que mis piernas las movía prácticamente sin flexión con un leve bamboleo hacia adelante y a los costados. Mi señora que iba en el auto me alentaba a seguir, la pobre con el auto parecía un sacerdote en un confesionario, yo le decía "voy a dejar por acá, no puedo ni caminar" y la pobre me decía: "dale que ya te falta poco" con una cara mezcla de susto y lástima por mi penosa imagen. Hasta me prendía la radio del auto para distraerme un poco y dejara de lado mis nanas. Mientras tanto, yo contaba cada cuadra sumando una conquista, cada 100 metros recorridos me sentía que hacía 1000. Allá por el Km 36 en el último puesto de hidratación en seguida de dejar la rambla, me alegré pues divisé la clásica mesita con los dos muchachos ahí parados, era el último puesto de hidratación. Cuando llego veo aquello muy quieto y les pregunté: "¿te queda algo de agua?, pensando por supuesto que iba a extenderme esa mano generosa con la típica botellita de medio, pero no fue así, en lugar de eso me miró y apretando los labios y moviendo su cabeza hacia los costados me dio a entender que no. Por supuesto ahí mis pensamientos se despacharon sin lástima sobre la organización y pensé: "debo estar tan mal que ya nadie está esperando a ningún corredor". Luego, para redondear mi humillación y darle un buen revés a mi orgullo me pasaron unos cuantos de esos que siempre los veo al final de la fila, y ya por el 37 las únicas personas que veía era algún vecino. Yo ya había dejado de trotar y solo caminaba al lado del auto, mirando mi reloj y sacando cuentas a ver si podía llegar antes de las seis horas y no quedar fuera. Estaba tan cansado que tenía unas ganas de sentarme en el auto y seguir al menos 1 Km en él, igual quien se iba a enterar si nadie controlaba, yo creo que ya pensaría que no quedaban corredores. Ese auto a mi lado con un ser amado dentro era una tentación, es como estar en el medio del desierto y que te pongan una piscina delante de los ojos, pero no sé si por rectitud o por orgullo no me subí ni 10 segundos.
Más adelante divisé un edifico de ladrillos y pensé" bieeeen llegué, es el Campus", casi me pongo a llorar ahí mismo cuando me percaté que era otro edificio. Seguí caminando y vi detrás a una mujer que venía a unos 200 metros atrás mío, ahí apuré mi paso, por supuesto al estilo PINOCHO. Un poco más adelante vi el Campus y a falta de 50 metros decidí "picar" ja ja, por supuesto que mi pique era un trote torpe y muy muy lento que era mucho más lento que caminar rápido, lo mío era más coreografía que otra cosa. Claro quería pasar ese arco como un verdadero campeón y así lo hice agachando mi cabeza para concentrarme más y no distraerme con los aplausos que ya comenzaba a sentir del público. Pero ¿adivinen qué?………cuando por un segundo levanto mi cabeza observo un montón de gente aplaudiendo pero de espaldas al arco de llegada y de frente a un podio donde estaban premiando a los ganadores. Así que pasé sin pena ni gloria por aquel arco con la indiferencia de todo ese público que ni se dio cuenta de mi llegada. Aquello resultaba otra cachetada a mi orgullo, pero cuando llegué lo primero que hice fue esperar a esa competidora que venía atrás mío para darle mi apoyo, la cual terminó siendo la última de la clasificación general.
Culminé mi primera Maratón en 5 horas y media con una sobredosis de diclofenac y de potasio, con casi tres litros de líquidos extra en mi cuerpo, cruzando esa meta como con seis kilos de más.
El otro día con mi familia hicimos el mismo recorrido de la Maratón pero en auto. Sinceramente me sentí muy raro con una sensación mezcla de orgullo y asombro, seguramente si hubiese hecho ese recorrido en auto antes de hacerlo corriendo tal vez no me hubiese anotado nunca. Las locuras que hacemos son las que nos llevan a trascender nuestras propias barreras y nos hacen vivir la vida sintiéndonos vivos a cada paso y a cada bocanada de aire. Está experiencia ha sido uno de mis mejores logros a nivel deportivo, me enfrenté a la frustración, al enojo, a la impotencia y logré completar esos 42200 metros, siendo casi el último, y saben ¿qué? no siento vergüenza por ello y lo digo con muchísimo orgullo, luche con este cuerpo y juntos llegamos a destino a puro tesón.
Aunque les parezca mentira hoy por hoy charlo con mis compañeros y entro a Internet para ver en que otra Maratón me puedo anotar. Me costó mucho llegar pero lo haría 100 veces más, aunque creo que comería menos bananas y ticholos durante la carrera ja, ja.
 
Pablo Lapaz.
 

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