sábado, 27 de junio de 2009

Así entrena Sayago Bike & Run....entre caminos y pajonales


En el día de hoy, y a horas de haber participado de la cena de cumpleaños de los dos años de Sayago Running, y fieles a la disciplina de entrenamiento, algunos maltrechos sobrevivientes decidimos salir a rodar por los rincones escondidos del Montevideo rural. Arrancamos a un ritmo muy suave, dado que el salirse de la dieta en lo que respecta a la comida y a la BEBIDA había hecho lo suyo, la pérdida de sales y minerales no se arreglaba ni con diez Uvasal.
Salimos sin rumbo predeterminado, empujados por el sol, y por esa sensación de libertad que da el viento en la cara mientras pedaleamos.
Nos metimos por unos caminos aledaños a Ruta cinco, perdiéndonos entre chacras y quintas, a poco rato nuestro amigo” Juan Resaca” estaba pasando factura, pues cuando una caramañola da para rodar dos horas, ahora a la media hora ya no quedaba nada.

Entonces nos metimos más en el chacrerío en busca de algún árbol generoso de mandarinas, que aliviara un poco la sed y coronara esa tarde espectacular de sol invernal. Rodábamos y rodábamos y de las jugosas mandarinas nada, hasta que llegamos a los pajonales que rodean a los canales del Santa Lucía. Ahí sí nos olvidamos de la sed y nos perdimos entre los pajonales el barro y alguna palmera que había crecido como de prepo en el medio de aquel barrial que tenía unos cuantos kilómetros a la redonda. El terreno se ponía más espeso, al punto que dudamos en seguir, pero a lo lejos divisé una parte más alta del terreno a lo que le dije a mis compañeros: ”vamos hasta allá que seguro está mejor”, y al mejor estilo chapulín “síganme los buenos” a puro atrevimiento y también algún porrazo que otro y los insultos de mis compañeros que venían atrás, seguimos pedaleando, caminando y haciendo malabares para no quedar sentados en el barro.
Yo estaba en las mías en un terrenito bien agreste y trabado, mi compañero Victor, al cual después de hoy me quedan mis dudas si podrá cumplir con el desafío nocturno, me gritaba “¡hasta dónde vas a seguir loco!”, Rai miraba más atrás la situación y seguía a pura risa, no se si de la locura de seguirme el tren o de Victor que estaba en un ataque de desquicio, ja ja ja, bastante maula me salió mi futuro compañero en el Desafío Nocturno.
Al buen rato, después de habernos embarrado hasta los lentes, con las bicicletas llenas de barro y pastos, llegamos a un descampado a la orilla de uno de los canales del Santa Lucía.


¡Que hermoso lugar!.
Ahí estábamos, perdidos entre los pajonales, a lo lejos la Barra Santa Lucía, algún monte, un árbol reseco y sin hojas que permitía que se posasen los pájaros para robarle un poco de calor al sol que ya caía. Éramos invitados de lujo en tanta naturaleza a nuestro alrededor, pero como todo lo bueno se acaba, emprendimos la vuelta, con la misma técnica que entramos, “a puro pedal y porrazo”.
Salimos de los pajonales, por supuesto con las bicis llenitas de barro y pasto en los frenos, de hecho mañana cuando eso se seque seguramente va a parecer un nido de hornero.
Finalmente llegamos a nuestro querido barrio Sayago, por supuesto antes de llegar a casa pasé por un puestito a comprar esas benditas mandarinas que me supieron ser esquivas.
El recorrido de hoy fue espectacular, a tan solo 8 km de nuestras casas…¡ y pensar que si no fuera por esos fierros cruzados que nunca nos dejan tirado, ni siquiera sabríamos de su existencia!
En lo personal creo que la gente debería animarse a hacer de vez en cuando alguna locura de estas, usar más la bici y dejarse llevar por el sol, el viento y el compartir con el otro. No es algo tan complicado, ni caro, solo hay que animarse a perderse en el disfrute y el placer de rodar, aventurarse a descubrir esos lugares que están a la vuelta de cualquier camino, sentirse vivo, en paz y armonía con la naturaleza y con uno mismo.
Mientras estábamos en el medio de ese lugar se nos ocurrió organizar para la primera o segunda semana de agosto un paseo de unos 20 km aprox por estos lugares increíbles del Montevideo Rural. Dejo la idea planteada para todos aquellos que tengan interés de compartir una tarde entre amigos y con la naturaleza como anfitriona.


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