martes, 8 de julio de 2008

Qingdao, playas de Baviera en el Mar Amarillo

La historia colonial de China dejó una de sus herencias arquitectónicas más bizarras en el puerto de Qingdao, una pequeña localidad de pescadores en el siglo XIX que en tan sólo 17 años de dominio germano (1897-1914) se convirtió en un estratégico puerto comercial y militar y en una rara belleza teutona en la costa del Mar Amarillo. Sus castillos de piedra y sus mansiones, de tejados rojos y paredes multicolores, han convertido la urbe en una de las más peculiares del país asiático, donde es apodada "la Suiza de China".

Qingdao nació como represalia de Alemania contra China por el asesinato de dos misioneros germanos en el país asiático. El káiser Guillermo II, como "reparación", exigió la concesión de la bahía de Jiaozhou, una zona estratégica a la que el país centroeuropeo aspiraba desde décadas atrás.

Bajo el dominio germano, la ciudad se convirtió en uno de los enclaves coloniales más bellos de la costa china. No tardaron los alemanes mucho en construir allí una fábrica de cerveza (1903), llamada Tsingtao (antigua forma de escribir la ciudad en caracteres latinos) y que hoy en día es la marca más popular de China, el mayor productor cervecero del mundo.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, el puerto pasó a manos japonesas, que controlaron el enclave hasta 1949, manteniendo su arquitectura europea y dejando pocos recuerdos de su presencia.

Hoy en día, Qingdao es una deliciosa combinación de playas, paseos marítimos y verdes colinas, que los chinos adoran visitar en verano (el mismo Mao Zedong veraneó en sus playas en 1957).

En la península de su parte occidental, uno se siente como en Europa: las estrechas calles serpentean por las colinas, a lo lejos se divisan los dos espectaculares campanarios de la iglesia católica de San Miguel, y a las horas en punto, repican sus campanas, dando al viajero la impresión de que se encuentra en un imposible puerto de la Baviera alemana.

La parte oriental de la ciudad ofrece una imagen muy diferente, la de la China moderna en la que los rascacielos acristalados muestran el poderío económico de las grandes ciudades del este chino. Allí se encuentran la Plaza del 4 de Mayo, centro neurálgico de la ciudad, y el nuevo Puerto Olímpico, donde los mejores regatistas del mundo pelearán por el oro en el mes de agosto.

Entre las joyas arquitectónicas de visita obligada en Qingdao destaca el Hotel de la Bienvenida (Ying Bingguan), que comenzó siendo la mansión del gobernador alemán de la colonia. Esta fortaleza, como salida de un cuento de los hermanos Grimm, costó tanto dinero que el gobernador despidió al arquitecto nada más ver la cuenta.

Más tarde se convirtió en el mejor hotel de la ciudad, y en él durmió Mao Zedong con su familia, en el verano de 1957, así como otros distinguidos huéspedes, como el antiguo rey Sihanouk de Camboya.

Hoy en día, es un museo que mantiene la habitación en la que durmió Mao tal y como la dejó, junto a antiguos relojes de la más alta tecnología alemana del siglo XIX, chimeneas de mármol verde, pianos de cola y vidrieras de aire decimonónico.

Junto al Hotel de la Bienvenida se encuentra el parque de Xinhaoshan, desde cuya cima, unas torres de curiosa forma esférica conocidas en la ciudad como "las setas", ofrecen una inmejorable vista del casco histórico.

Otro lugar destacado para los turistas es la Fortaleza de Granito (Huaxi Lou), situada junto a la mejor playa de la ciudad. El edificio, antigua mansión de un noble ruso, es hoy otro museo, con una bella vista de la costa desde su terraza y cuyos aires románticos hacen que muchas parejas de recién casados chinos vayan allí a hacerse las fotos de su boda. Huaxilou se encuentra en la zona residencial de Badaguan, donde se encuentran otras interesantes mansiones y jardines de la época colonial, antiguos balnearios y sanatorios.

Las iglesias más antiguas de la ciudad, tanto la católica como la protestante, ofrecen más testimonios de arquitectura colonial, pero también de la comunidad cristiana de Qingdao, que se encuentra en una de las provincias con más creyentes de China. Las ceremonias religiosas llaman la atención por el hecho de que en la iglesia católica de San Miguel también hay mujeres que ejercen el sacerdocio.

La estación de ferrocarril, el antiguo gobierno local, la vieja fábrica de cerveza y otros muchos edificios completan la herencia colonial, poco conocida fuera de China pero que ofrece uno de los escenarios más curiosos del país asiático.

Pero Qingdao también puede ser un placer para otros sentidos. En agosto, la ciudad se viste de Múnich y celebra su particular Fiesta de la Cerveza, a la que acuden los aficionados de todo el país. En las inmediaciones de la vieja fábrica de Tsingtao abren decenas de bares esos días, y hasta se ha erigido allí una memorable estatua a los borrachos. Y para los gourmets, la ciudad ofrece el mejor marisco del Mar Amarillo, combinado con la gastronomía de la provincia de Shandong, en la que no falta el pato laqueado.

Los amantes de las curiosidades encontrarán en el puerto un antiguo portaaviones convertido en museo naval, que es visitado a diario por estudiantes para que reciban "educación patriótica". No lejos de allí, se encuentra uno de los mejores acuarios del país, donde los tiburones son uno de los principales atractivos.

Qingdao, con siete millones de habitantes, puede ser el punto de partida para conocer otras interesantes localidades de la península de Shandong, como la ciudad tradicional de Qufu (donde hace 2.500 años nació Confucio, el padre de la filosofía china), el sagrado monte Taishan o la localidad de Weifang, donde cada 20 de abril se celebra un espectacular festival de cometas. Si no se quiere ir tan lejos, en las afueras de Qingdao se encuentra el monte taoísta de Laoshan, un bello paraje para escapar del calor y el bullicio de la playa.

COMO LLEGAR.

El aeropuerto de Qingdao, renovado para poder recibir la oleada de visitantes que se espera durante los JJOO, tiene conexiones con las principales ciudades chinas. Desde Pekín o Shanghai, es sencillo viajar a este puerto en ferrocarril, tomando trenes nocturnos. Desde la capital china, el billete de tren cuesta 45 dólares en primera clase y 30 dólares en segunda. La tercera opción para llegar allí, por barco, es posible si se zarpa de puertos de la costa este china (como Dalian, Yantai o Shanghai) o también desde Corea del Sur.
 

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