sábado, 9 de febrero de 2008

Ex corredora exige más para los atletas kenianos.

Por Jack Oyoo

NAIROBI (Reuters) - Falta de educación, autoridades machistas y puntos de vista tradicionales acerca del matrimonio se mantienen como obstáculos para las mujeres de Kenia que aspiran a ser atletas, dijo una de las primeras deportistas del país en participar de unos Juegos Olímpicos.

Lydia Stephens-Okech quiere que más mujeres se relacionen con la administración del deporte para brindar mejores oportunidades de éxito olímpico a las kenianas.

A pesar de la herencia atlética del país africano, no hay mujeres en él que hayan ganado alguna medalla dorada en los Juegos Olímpicos.

Los hombres de Kenia obtuvieron 17 medallas de oro, mientras que las mujeres han tenido que conformarse con dos platas y un bronce.

"Algunos de los problemas a los que nos enfrentamos continúan hoy en día dificultando el progreso de nuestras atletas, y por eso debemos buscar la mejor manera de ayudarlas," expresó Stephens-Okech, quien fue una de las tres que ganó medallas cuando Kenia incluyó mujeres por primera vez en su equipo, en los Juegos de 1968 en México.

"Los padres deben educar mejor a sus hijas. La mayoría de ellos sólo quiere que ellas se casen y tengan hijos. Es una desgracia y algo vergonzoso si la hija de uno no se casa," contó Stephens-Okech a Reuters.

"(Las niñas) sienten que correr es para varones. Si se agrega esto a la costumbre de equiparar a las hijas con las madres, encuentras a las mujeres inmaduras abundando en las calles esperando sólo para casarse," destacó.

La ex medallista olímpica destacó que las niñas carecen de métodos para conocer y explotar sus posibilidades.

"No tienen mucho tiempo, especialmente las que van a la escuela. Después de clases, se enfrentan a las tareas domésticas en sus casas. No tienen tiempo para ser niñas, ni de jugar y ni de descubrir su talento," destacó.

"Además, después de casarse, por más que sean buenas velocistas, son consideradas mujeres, madres, y disuadidas del deporte," remarcó.

ENREDOS AMOROSOS

Stephens-Okech participó junto a Tecla Chemabwai y Elizabeth Chesire en México 68.

"Si una chica es popular, todos empiezan a buscar favores sexuales, y los enredos amorosos abundan. A causa de su inocencia, caen fácilmente en la trampa," sostuvo.

"Las autoridades las llevan a hoteles, debido a su falta de exposición. Ellas ven electricidad y agua corriente por primera vez y creen que están en la cima del mundo," agregó Stephens-Okech.

La ex atleta agregó que la educación es una de las causas más influyentes de empobrecimiento de las mujeres y recomendó tratar de descubrir a las potenciales atletas cuando son jóvenes.

"Hay que identificarlas desde una temprana edad y ponerlas en internados o en campos bien manejados donde puedan estar bien entrenadas," propuso.

La ex corredora también quiere que sus compatriotas de sexo femenino se involucren en la administración del deporte de su país para impulsar tales ideas.

Los modelos a imitar podrían ser ella, Chemabwai y la campeona mundial de los 800 metros Janeth Jepkosgei.

En 1968, Stephens-Okech, una estudiante de 22 años, era una seria contrincante a vencer por las medallas en los 100 y 200 metros en los Juegos de México, pero debió dejar la pista rengueando en su primer carrera.

Chemabwai quedó eliminada en los 200 y 400 metros y Cesire, corredora de 800 metros, no superó la primer ronda.

MALA ORGANIZACION

Stephens-Okech dijo que los problemas a los que se enfrentan las mujeres contribuyeron a su alejamiento del deporte.

"Había un acoso sexual que las atletas femeninas debían soportar. Yo estaba particularmente marcada por un funcionario que quiso obligarme a entrar a su cuarto de hotel durante la residencia de entrenamiento," recordó.

"No contábamos con un buen circuito para entrenar porque el del Colegio Universitario no era lo suficientemente bueno. Teníamos que viajar largas distancias con poca antelación y no teníamos permitido quejarnos," continuó la ex atleta.

Stephens-Okech recordó un hecho que la marcó en su vida como deportista.

"La comida era terrible y las comodidades patéticas. Una vez teníamos reservas en un burdel de 24 horas durante un congreso internacional en Mombasa (Kenia) en el que las autoridades se hospedaban en hoteles de primera clase. Me avergoncé mucho cuando conocí a un chico de mi pueblo que creyó que estaba vendiendo mi cuerpo," destacó.

"Los atletas no durmieron en toda la noche debido al alto volumen de la música. Yo, como capitana, protesté por aquel maltrato, pero tras ver que mis súplicas por mayores comodidades fueron ignoradas, abandoné el equipo," concluyó indignada Stephens-Okech.
 

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